Comienza una nueva diva tras ganar su asilo.
Salió a los 13 años de Honduras, sola con sólo $25 huyendo de las pandillas que la querían reclutar. Arriesgando su vida cruzó las fronteras de México y Estados Unidos llegar a Chicago y reunirse con su madre que la dejó de 8 meses de nacida.
“Ahora veo mi futuro con esperanza, ahora sí estoy convencida que me voy a convertir en la enfermera que tanto soñé”, dijo emocionada y con las lágrimas sobre su rostro, minutos después de salir de la Corte de Inmigración donde una jueza de inmigración le otorgó el asilo que había solicitado.
Su audiencia duró más de cuatro horas y fue en privado. Todos, incluida la prensa, esperaba afuera el desenlace.
“Tenía el corazón en la boca porque apenas unas horas antes de entrar a la Corte no sabía si me iban a dar e asilo o tendría que regresar a Honduras donde tengo miedo de que me maten por haberme burlado de las pandillas huyendo”, dio la joven que salió callada sin decir nada a nadie con destino a Chicago con apenas 500 Lempiras (moneda hondureña equivalente a $25).
La hondureña Maryori Urbina-Contreras ahora tiene 17 años y es una joven adelantada en sus estudios de primer año de secundaria.
Su triunfo el miércoles de obtener asilo en Estados Unidos fue noticia en todo el país y ella no cabía en la emoción. "Ahora me siento más segura y puedo disfrutar más el amor de mi madre y de mis nuevas hermanas", declaró apenas salió de la Corte en medio de vivas y aplausos de su madre, sus dos hermanas , amigos y la activista Julie Contreras de la organización Lulac que estuvo con ella en todo momento.
Fue Julie Contreras quien tomó su caso desde que en 2015 le rechazaron el pedido de asilo a Maryori.
El viaje de Maryori
La joven que es un símbolo a la valentía presentó su caso en la Corte donde emocionó a la juez con su relato de un viaje de 15 días por tres países, en autobús, taxis y caminando con un grupo de mujeres y niños pequeños, hasta cruzar el Río Grande.
Su único capital era el equivalente a 25 dólares que había ahorrado antes de salir, dinero que le sirvió para contribuir a un fondo destinado por el grupo de mujeres que la acompañó y protegió a pagar un soborno a policías de Guatemala, para que no interfirieran en su camino.
"Tuve mucho miedo, siempre estuve rodeada de desconocidos, dormíamos en el suelo y muchas veces no comíamos", relató, pero estaba decidida a llegar al área de Chicago donde vivía su madre, Tania Contreras, que la había dejado al cuidado de una hermana cuando era un bebé.
Como la mayoría de los inmigrantes, el plan de Tania era ahorrar dinero y regresar a Honduras, pero la realidad hizo que aplazara indefinidamente el retorno, hasta que su hija decidió salir en su busca a los 13 años y sin avisarle a nadie.
Cuando Maryori tenía 12 años fue asaltada a punta de pistola en Honduras y vio como era baleado un hombre en la calle. "Decidí irme, pero no quería involucrar a mi tía", relató, y en cambio buscó la ayuda de compañeros de la escuela que tenían padres emigrados a EE.UU.
"Hablé con las niñas y sus madres, me enteré que había un grupo que se preparaba para el viaje, me encomendé a Dios y dije vamos", expresó, sin la ayuda de "coyotes" u otros guías, confiando en que las desconocidas conocían el camino y la iban a proteger.
El dinero que llevaba eran 500 lempiras (moneda hondureña), equivalente a unos 25 dólares, que le había dado su tía durante un mes y medio para pagarse la merienda en la escuela. "En el camino se juntaron otras mujeres al grupo, nos cuidábamos entre nosotros y llegamos a la frontera de México con Estados Unidos (El Paso), felizmente sanas y salvas", agregó.
Inmigración la detuvo durante cinco días y luego la trasladó a una casa hogar en Texas, donde permaneció un mes hasta que la comunicaron telefónicamente con su madre. "En la casa me alimentaron, medicaron y dieron ropa", dijo Maryori, quien pudo hablar semanalmente con su madre hasta que fue enviada por avión a Chicago.
En el aeropuerto internacional O'Hare la esperaba su madre, que se había vuelto a casar y tenía otras dos hijas, y se produjo el reencuentro tan deseado por la niña. "Pude conocer a mi madre, que me había dejado con ocho meses de vida, tener su amor y también compartir con mis hermanas", dijo.
Ella forma parte de los aproximadamente 68.000 menores centroamericanos que llegaron solos a la frontera sur en 2014, buscando a sus padres que ya se encontraban aquí, y de los cuales unos 11.000 pidieron refugio, aunque hasta el momento solamente 2.000 fueron aceptados y reubicados en Estados Unidos.
Julie Contreras, presidente del capítulo de LULAC en el Condado Lake de Illinois, dijo que hasta el momento se ha conseguido el asilo de otros dos menores y de varias familias centroamericanas, aunque hay muchos más que están en las mismas condiciones de Maryori. "Es difícil y agotador, las familias pierden la esperanza", dijo la activista sobre el proceso, que en el caso de Maryori demandó cuatro años de gestiones a cargo de un abogado pro bono.