26 de Abril del 2024

Llora el acordeón

Celso Piña ha muerto, pero nos queda sus sonidos, esos que se inventó sin estudiar música y que explica en la entrevista inédita que ofreció al periódico Milenio de México. Esta es:

“Celso Piña Arvizu nació a mitad del siglo pasado en un cerro de Monterrey. Sus padres, Isaac y María, tuvieron otros tres varones y cinco mujeres. Conforme crecía el número de miembros, la familia Piña procuraba mudarse a lugares más amplios hasta establecerse en La Campana, un cerro invadido por familias humildes, donde el primogénito descubrió un ritmo peculiar en la ciudad que; sin embargo, lo emocionó y lo hizo dejar su destino de obrero hasta convertirse en un transgresor que impuso una música del caribe en plena tierra árida.

A los siete años de edad, Celso empezó a trabajar con Don Manuel. Iban en carreta a las colonias ricas de San Pedro Garza García a recolectar la fruta en buen estado que estaba tirada en los botes de basura de mansiones y supermercados. Después de seleccionar la mejor, la lavaban y la revendían en su barrio. Luego laboró como repartidor de tortillas, fundidor de acero, molinero de maíz y tapicero.

Nadie de la familia Piña se había dedicado a la música de manera profesional, aunque a Isaac le gustaban las rancheras, en especial las de Lola Beltrán, Lidia Mendoza y Lucha Reyes. El mambo de Dámaso Pérez Prado que oía en las películas del cómico Resortes es el recuerdo más lejano que tenía Celso de su relación con la música. De hecho, uno de sus apodos de niño era precisamente el de Resortes, por su desenfrenada y ocurrente manera de ponerse a bailar, aunque ya maduro, cuando le pedían que lo hiciera, decía que prefería un ataque cardiaco que bailar. El otro apodo que tuvo Celso de niño también tenía que ver con la música: Tarolas.

Fue a los 15 años cuando de manera casual se puso a tocar el güiro en una banda del barrio. Celso contaba que estaba en una esquina viendo ensayar al conjunto hasta que uno de los integrantes lo cuestionó por andar de mirón, pero luego lo invitó a tocar, cosa que el joven nunca había hecho, pero que le salió de forma natural.

“No puedo decir –platicaba- que desde niño me atraía la música porque no es cierto, lo que sí supe luego es que tenía oído para la música, pero como muchos que lo tienen, pude haber vivido toda la vida sin saberlo".

 

Beatles, Rigo y Aniceto

Aunque Los Beatles era su banda preferida, lo que más oía era la música tropical que inundaba las calles de su barrio. Recuerda que al término de una junta de vecinos que hubo en la explanada del cerro tocó el sonidero Murillo Hermanos, el cual tenía en su repertorio a los cantantes de moda como Rigo Tovar, Xavier Passos y Mike Laure, pero también a otros artistas colombianos poco conocidos en México que llamaron su atención. En especial Alfredo Gutiérrez, apodado El monstruo del acordeón, así como Andrés Landero, Aníbal Velázquez y Aniceto Molina.

El sótano de la casa donde Celso aprendió a tocar el acordeón en realidad era la madriguera de Satán, un perro bravo de la familia que hizo un pozo en el patio de la vivienda, el cual se fue convirtiendo después de la muerte de la mascota, en un refugio de los jóvenes Piña para fumar mariguana y perderse en el tiempo. Ahí practicó Celso con el acordeón de dos hileras que su papá le había conseguido. Tres meses pasó sacando una canción que después tocó para su papá, quien al final, con su cara seria, le dijo que mejor se pusiera a ensayarla otros tres meses. Al final, el joven ya veinteañero salió del sótano con otras cinco canciones colombianas más.

El ritmo se volvió interesante en ciertos sectores de Monterrey como La Campana, Pueblo Nuevo y la Independencia. La Ronda Bogotá consiguió publicidad de boca en boca en fiestas a la par que los Sonideros Murillo y Dueñez, iban introduciendo éxitos colombianos.

Quizá los primeros de la época fueron de los Corraleros de Mahahual con canciones como El vivo y el bobo y La charanga costeña. Los discos de vinil venían de Miami no de Colombia. Pero la música de Celso estaba más inspirada en Alfredo Gutiérrez, quien lejos de su tierra, sonaba con su canción Capullito de rosa, con un ritmo más romántico que guapachoso, que casi nadie sabía que se llamaba vallenato.

De los cumpleaños y bodas, la Ronda Bogotá pasó a tocar después a congales como el Manolos y el Kumbala. Ahí la fama trascendió del cerro y de vez en cuando se veía a forasteros ir a La Campana a buscar al colombiano que tocaba cumbias.

Todo eso sucedió en los inicios de Celso, antes de se volviera una de las mayores figuras de la cumbia a nivel internacional.

Dominar el acordeón que le regaló su padre le costó como unos 3 o 4 años pues no había estudiado música. El recuerda que ponía los discos de Aniceto Molina una y otra vez hasta aprenderse de memoria cada tonada, cada ritmo musical. Horas y horas de repetir cada parte de una canción… hasta dominarla y repetirla sin equivocarse.

Antes de formar su grupo Ronda Bogotá, anduvo en tres agrupaciones. La primera se llamaba Los Yarax, él tendría unos 14 años, luego Arcaico y al final Sentimiento.

Con Los Yarax tocaba la tumba porque él siempre iba a verlos ensayar y un día no fue el tumbista. Entonces uno de la banda le dijo: 'Eh, chavo, ¿sabes tocar?'. Y empezó a tocar las tumbas imitando al tumbista que había visto en días anteriores. Tocó en ese grupo como un año. Luego se deshizo el grupo y unos formaron uno nuevo que se llamaba Arcaico y que tocaba música fiestera.

Celso descubre la cumbia en esa época escuchando a un Sonidero de su barrio. En esos días quienes tocaban cumbia eran artistas como grupo El Acapulco Tropical, Rigo Tovar, Lila y su perla del mar, Tropical Florida, Tropical Caribe.

 

La Ronda Bogotá

Celso seguía con el grupo y siempre escuchando los discos de cumbia colombiana de su amigo el sonidero. Fue cuando obtuvo su acordeón y se metió al sótano de su casa y empezó, y empezó, y empezó, y empezó y empezó.  Dejó el grupo Sentimiento y se puso a tocar música colombiana para si solo.

A los cuatro meses empezó a buscar integrantes para su banda. Como nadie quería seguirle porque no les gustaba esa música, convenció a sus hermanos: Lalo en el bajo y Enrique en el güiro… Celso los hizo músicos porque no tocaban nada.

Así surgió la Ronda Bogotá. Lo demás ya es historia.

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